jueves, 10 de mayo de 2012

EN BUSCA DE ARIADNA






Esquizofrenia paranoide le dijeron. Y se engancho a tocar la tuba, el más pesado instrumento de viento-metal jamás conocido. Le gustaba el sonido a barco que se creaba a su alrededor cuando se deslizaba sigiloso por los vericuetos del pentagrama, como un marino en busca de sus sirenas. El resto de ruidos desaparecían como por ensalmo, incluidas las voces. A veces recordaba que había sido otro distinto, un universitario aplicado con ínfulas de ingeniero; había sido otro hasta que un tren desbocado, a su paso por un cruce de peatones, le partió la vida a su Ariadna y él se perdió para siempre en los laberintos de la mente. Su amor por la tuba lo recuperó para el mundo e incluso llegó a ser profesional en una banda sinfónica, hasta que llegó la crisis y sus recortes.

Mario recuesta la cabeza costrosa en el cuerpo de la tuba. Está confuso. Las voces han vuelto. Está perdido, no sabe muy bien por qué camino anda. Hay un olor repulsivo en el ambiente. De donde viene ese olor, se pregunta Mario, para descubrir que es su propio cuerpo quién lo desprende. En un flash repentino se descubre recostado en unas escalinatas. Es la entrada a un teatro o algo similar. Mario sonríe y sus dedos resecos y ennegrecidos acarician las teclas de la tuba, es hora de que comience su actuación. El sonido de un barco partiendo del puerto lo envuelve y lo acuna en su delirio. Una pareja con largos abrigos de piel le echa unas monedas, mientras suben las escaleras del teatro. Mario hace un gesto cortés con el raído sombrero de pana y sigue navegando en busca de su Ariadna.

Amparo López Marzal

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